Me llamo Enya y no escogí a Martha para que se convirtiera en mi gran amiga, por la que daría mi vida, como tampoco lo hice con Harry. El destino puso en mi camino a personas que se convertirían en algo muy importante, no sin antes desfallecer de dolor, tristeza y esperanza. Con ellos no debía usar máscaras que me ayudasen a ocultarme. El pasado no podíamos cambiarlo, pero aprendimos a que los sueños no son imposibles. Nada es tan adverso, si tienes a las personas adecuadas a tu lado, y eso, a veces, es cuestión de suerte.